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La comparación es un acto agresivo para mi camino en la tierra, mis tiempos para con mi vida, mi autenticidad y bienestar.

Cuando compartimos la creencia que aquello que es destacable, es lo que el otro está pudiendo lograr. Empezamos a definir y clasificar el éxito desde la perspectiva que domina fuera de nuestra vida y camino. 

Nos permitimos sólo aplaudir y dignificar los éxitos que vemos del otro. Sin embargo, muchas veces desde la envidia o el querer cumplir o ser, lo que el otro logra, no necesariamente implica el que desee sacar veinte puntos en el examen, o conseguir el amor de mi vida, o haberme comprado un carro y ya tener una casa antes de mis treinta años, sino que, soy observador de las consecuencias de lo que el éxito trajo para la persona con la me estoy comparando. Aquello que recibe y que se devela lo que en mi deseo habita. A veces somos espectadores de las palabras de orgullo y aplausos, de lo que a mi me hizo falta. A veces somos espectadores del reconocimiento que nunca me han dado a mi. A veces, somos espectadores del amor que se recibe cuando mi hermano logra una meta, que yo no he sentido que me den. U otras, lo suficiente que pueden llegar a ser, porque están cumpliendo lo que se les exigía, y yo, por otra parte, me he visto ante la incapacidad de cubrir ese estándar. 

Es decir, a veces lo que comparamos del otro, estrictamente no tiene que ver con el logro, sino con el premio de haberlo logrado. La comparación me hace focalizar mi mirada hacia el otro, y en el espejismo de las interacciones, me veo a mismo. Una imagen se releva de mi, y no necesariamente es la verdadera, pero en nuestro sentir le inyectamos veracidad: nos sentimos inferiores, insuficientes y poco capaces. Y es decir, esta es la función de compararnos o de comparar. Al final, después de una competencia de dos, alguien debe ser el perdedor, el que poco resalte, el no ganador. Y si traigo a la mesa todas las virtudes del otro y lo capaz que ha sido, y en contra parte, me veo mostrando todos mis defectos y cuánto he fallado, nunca la comparación será justa.

La comparación es un acto agresivo para mi camino en la tierra, mis tiempos para con mi vida, mi autenticidad y bienestar. 

Porque en el trayecto de mirar al otro, pierdo y se renuncia a reconocer los logros propios, dándonos poco mérito y valía de haber alcanzado una meta que sí va en congruencia con mi propio camino y la construcción de una historia donde soy el o la protagonista.

De vez en cuando cargamos con el tik tak del reloj que avanza y anuncia que vamos tarde a lo que se debe o nos exigen cumplir, a lo que se espera que logremos o alcancemos. Y los estándares y exigencias que la sociedad, padres, profesores, jefes, trabajos, pareja nos han puesto, vendiéndonos la idea de que si lo cumplimos tendremos la felicidad eterna, pero en el camino poco a poco nos van anulando e invalidando, es mejor, para cuidarnos y mantenernos fieles, que nos permitamos decepcionar. Mientras, nos hacemos cargo de nuestras propias necesidades, permitiéndonos llegar al éxito, dándonos espacio para felicitarnos y celebrarlos, luchando nuestras peleas y no la que alguien más quiere para nosotros. Y sobre todo, desligándonos de la creencia que nuestra valía personal e identidad lo define nuestro potencial y lo que hacemos. Somos más que eso. 

Destacable « adj. Notorio , relevante , notable » 

Agresivo es aquel que se invisibiliza por ver lo que hace el otro, llamando éxito. 

Lic. Nivar Martínez

Psicologo

Lcda. en Psicología mención Clínica, egresada de la Universidad Arturo Michelena, año 2021. Cuento con dos años de e...

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